sábado, 16 de abril de 2011

la perra

De nuevo me invade esa sensación de incoherencia que
siempre he sentido al estar hablando contigo: tu estilo es poco correcto, es
demasiado directo, a veces sucio, incluso desagradable, empleas palabras que me
molestan y me hacen sentir insultada, palabras con las que no me siento
identificada… y sin embargo me quedo paralizada, lo leo una y otra vez, como si
no pudiera escapar de la lectura y acabo por cumplir, una vez mas, tus ordenes
aunque se que me arrepentiré después. He esperado a hoy porque mi marido regresa
mas tarde de lo habitual y eso me evitará estar nerviosa y alerta. He probado
varios rotuladores pero no lograba encontrar uno que se limpiara rápido y bien
con agua, por lo que esta mañana he comprado unos en la papelería, los probé en
mi mano, en el baño de la oficina, y salen perfectamente incluso dejándolo más
de una hora. He llegado a casa a las tres y media de la tarde; Aunque ya hemos
terminado el horario de verano en la oficina hoy he puesto una excusa para venir
antes. Nada mas llegar, abrí el correo y volví a leer tus ordenes, entonces me
he desnudado y he tomado los rotuladores y me he situado frente al espejo del
armario de mi dormitorio, durante un segundo he dudado, me he mirado al espejo y
me he dicho a mi misma “pero que coño estas haciendo!”; ha faltado muy poco para
que la cordura se impusiera a la locura pero finalmente he abierto el rotulador
negro y con pulso inseguro he escrito en mi estomago “perra”, me he mirado al
espejo y he comenzado a temblar como si estuviera tiritando, pero no tenia frío.
He acercado el rotulador a mi pecho izquierdo y he intentado escribir al revés
“puta”, para que al verlo en el espejo lo leyese bien; de nuevo el temblor me
domina y casi no me deja escribir. Escribir “sumisa” en mi muslo casi ha sido
imposible por el temblor de mi pulso pero lo conseguido. Una y otra vez me
miraba al espejo y cada vez temblaba más. Luego, con letra mas pequeña, he
escrito en mi vientre “soy una perra sumisa”, sin darme cuenta he comenzado a
decirlo en voz baja, entonces me he mirado al espejo mientras me lo decía mi
misma “ eres una puta sumisa, eres una zorra” y el temblor haciéndome casi
tambalear. Estaba como borracha, con la vista medio nublada por la excitación,
entonces he cambiado de rotulador y he cogido el verde, con el he coloreado mis
pezones; ya se que eso no me lo habías pedido pero no era capaz de parar, luego,
de nuevo con el negro, he simulado un collar de argollas en mi cuello. He
recorrido la casa hasta el ordenador para leer de nuevo tus instrucciones; ahora
tocaba la vela. He ido a la cocina y he cogido una vela gruesa que compramos en
navidad y que solo se usó en Nochevieja, la he limpiado con cuidado y me he
sentado en el sillón del ordenador, muy hacia delante para poder estar sentada
con “eso” puesto. Muy despacio he comenzado a introducir la vela por la base,
mientras mi respiración agitada y mi corazón bombeando golpea mi pecho y mi
cabeza me sigue diciendo “¡pero que haces!” Una vez con la vela dentro de mí, me
pides que te describa qué es lo que sentí al ver que mi relato estaba publicado
y que me estabas exhibiendo: Rabia, vergüenza, traición, pero eso solo fue al
principio porque después lo que he sentido todos estos días cada vez que abría
“todorelatos” ha sido morbo, excitación, he imaginado fantasías en las que
desconocidos se masturbaban leyéndome, incluso he imaginado que me podían ver.
Cumplo tu orden y, mientras escribo esto, contraigo mis músculos de la vagina
para apretar la vela que me invade, una y otra vez; la vela tiende a salirse
cuando hago esto pero la acomodo de nuevo. Me he sentido excitada al saber que
tanta gente debía estar deseándome al leer el relato de mi primera aventura, por
eso cuando me escribiste te dije “haré lo que quieras con respecto al diario”,
que en el fondo lo que significa es: exhíbeme. Saco la vela de mi interior. Está
húmeda y me causa mas reparo chuparla por el sabor de la vela que por mi flujo.
Probare una vez pero si no puedo te lo confesare. Apenas sabe a nada, lo único
que he hecho ha sido recoger mi flujo de la vela, lamerla como supongo que
deseas, me siento sucia haciéndolo pero no quiero parar. Ya ves, una mujer
formal, una señora, convertida en no se bien que, por culpa de una tentación no
controlada. ¿Quién lo diría? ¿Qué pensarían en mi trabajo, mis familiares? ¿Qué
pensaría mi marido? Un momento de miedo me ahoga el cuello, pero continuo
adelante. Acabo de ir a la cocina por un plato en el que he puesto unas galletas
troceadas y en un cuenco he puesto agua, lo he traído aquí, al lado del
ordenador, lo he dejado en el suelo y me he arrodillado. Estoy demasiado cerca,
además deseo que dure. Gateando he ido hasta la puerta de la habitación y luego
he avanzado como una perra hasta el comedero, entonces me he agachado hasta
tocarlo con la boca y he empezado a comer con mucha dificultad. No he olvidado
lo que querías, mi culo bien levantado y todo lo abierto que he sido capaz.
Mientras hacia eso, te imaginaba detrás de mi, mirándome. Imaginaba a la gente
que leerá esto cuando decidas exhibirme, los imaginaba detrás de mi, alrededor
de mi, mirandome. He terminado con toda la comida y con el agua, tengo la cara
manchada de los restos de comida. Me he incorporado y he buscado la braga que
llevaba puesta hoy. No es tanga y tu me pedías un tanga, me he ido al dormitorio
y me he puesto un tanga blanco, de ahí me he dirigido al lavabo pequeño, el mas
cercano a la habitación donde esta el ordenador. No sabía si seria capaz de
hacer lo que me pedías. Me he dado cuenta de que me estoy moviendo con rapidez,
casi con prisa, supongo que es la manera de no tener ocasión para detenerme y
pensar en lo que estoy haciendo. Me he metido en la bañera porque si lo consigo
no quiero poner el suelo perdido, de esta forma, agachada sobre mis talones he
intentado relajar mis músculos, pero no lo conseguía. He abierto un grifo del
lavabo para ver si me hacia efecto, pero nada, imposible. Quizás esa
imposibilidad ha sido lo que me ha impedido dudar, cuestionarme tu orden. Ahora
lo pienso y me parece inconcebible que en lugar de luchar contra la idea de
orinarme encima estuviera empeñada en superar la barrera que me impedía poder
físicamente hacerlo. Salí de la bañera y me fui a la cocina, por el camino me vi
reflejada en el espejo del hall y no me reconocí, me detuve a leer los insultos
en mi cuerpo y al verme la cara sucia una punzada de placer me ha subido como si
fuera una explosión. En la cocina he tomado un vaso grande lleno de agua y por
dos veces consecutivas me lo he bebido. Volví a la bañera y de nuevo agachada,
oyendo el agua salir del grifo, por fin he logrado que unas gotas saliesen pero
inmediatamente se ha detenido, supongo que es difícil luchar con la educación
recibida. De nuevo he logrado relajar y por fin he conseguido un chorro continuo
y largo que ha mojado mi ropa interior y mis pies; Y mientras, mi cabeza
bullendo de pensamientos contradictorios. Estoy loca, lo se, pero he salido de
la bañera, goteando aun y he venido aquí al ordenador, sintiendo la humedad en
mi ropa como se va enfriando y he terminado de escribirte esta segunda parte de
mi diario. Debo ahora volver a mi normalidad: recoger el baño, limpiar el suelo
del pasillo y de la habitación y ducharme para eliminar los rastros de este
vicio que no puedo controlar. No se quien soy.

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